Valles de lágrimas
“Si a un árbol se le derriba, queda al menos la esperanza de que retoñe y de que no se marchiten sus renuevos. Tal vez sus raíces envejezcan en la tierra y su tronco muera en su terreno, pero al sentir el agua, florecerá; Echará ramas como árbol recién planteado”
Job 14:7-9
Absórbeme Señor cada día
Que tu mano cubra la oscuridad
Y que en mi interior se sienta la agonía
Absórbeme en la sequedad
Absórbeme en la alegría
Arranca en la maldad
Desafina mis falsas melodías
Absórbeme
Cuando me sienta capaz
Y mejor que los demás
Absórbeme
Viaja por mi interior y
Rompe cada obstáculo al pasar
Líbrame de la perdición
Y hazme morir para amar
Absórbeme
Cuando sienta ganas de defenderme
E imponer mi verdad
Absórbeme
Que mi ego levantado
Caiga ante tu presencia
Mirándote en aquel madero crucificado
Absorbe mis maneras de ver las cosas
Mis búsquedas de significado
Absórbeme
Mis buenas voluntades
Que solo han cosechado
Las más horribles maldades
Absórbeme Señor
Absórbeme
Es nuestra esperanza que las siguientes líneas sirvan para ver un poco más a nuestro Señor Jesucristo, y eso nos muestre que muchas veces andamos alejados de lo que El quiere para nosotros, su Iglesia.
Desde el potente y glorioso llamado que Dios hace a sus discípulos a tomar la cruz e ir en pos de El, queda claro el carís y el tenor de la vida cristiana, la vida en Cristo.
El evangelio de nuestro Señor – que tanto bien nos ha hecho – se manifiesta hasta nuestros días en los que acogen el tierno y radical mensaje del Señor: “Ven y sígueme”.
Desde aquellas antiguas palabras, miles de corazones apasionados por Dios se levantan cada día para latir a su ritmo. Frente a esto, la realidad humana quiere seguir a su propio compás – y muchas veces lo hace – pero viene el Señor una vez, y otra vez y otra vez hasta que su gracia se manifiesta y podemos reencontrar el rumbo.
¿El rumbo de qué?
El rumbo de una vida que tiene una característica muy llamativa: Es sobrenatural.
Dejarlo todo día a día, renunciar a nuestros planes y sufrir por la causa de Cristo no puede hacerse bajo nuestra medriocre humanidad.
¿Cómo sabemos donde y cuando el evangelio se está dando a luz?
Dentro de la gran cantidad de exitismo, vientos de poder y números por doquier hay algunos lugares donde se percibe el olor a muerto, el olor a dolor y podredumbre. Aquí no hay nada que ocultar, solo la vergüenza de la fragilidad y humillación que son continuamente expuestas ante los millares de testigos en esta región y la otra.
Veamos los pesados y firmes pasos del maestro caminando desde Belén hasta el Gólgota. Son los pasos de su vida absorbiendo día a día esa mounstrocidad que ha dejado el pecado en nosotros. Esa firmeza de carácter, esa seguridad en nosotros mismos, esa personalidad que amamos, es secreto finamente guardado. Es eso, nuestra manera de ser, la que día a día, por su amor debe ser absorbida y crucificada para que no sea tropiezo a los planes de Dios con nosotros.
¿Se hará? Dios es amor. Y nos ama. Con eso nos basta.
Dios no hará nada para impedir que aquel olor putrefacto salga a la superficie, el olor de la carencia, el olor de las ideas frustradas que alguna vez tuvieron la intima esperanza de agradar a Jesucristo en la carne.
Qué necio soy
Al pretender esconder
Aquello que muchos no quisieran ver
Que torpe e infantil
Al mostrarle a todos lo “feliz”
Que aparente y falso
Es el orgullo levantado
Amor propio
Identidad querida
Haciéndonos día a día
Las más grandes de las víctimas
Señor
Que a la luz de tu lámpara
Se caigan todas nuestras máscaras
Que aquella falsa ilusión
Que nos lleva a la perdición
Se rompa en mil pedazos
Y se ahogue en nuestro llanto
Que aquello regalón y querido
Se exponga en vergüenza
Y que en estos tiempos se abran las puertas
Para que seamos cartas abiertas
Que la apariencia de lo fuerte
Caiga en debilidad
Que la apariencia de lo santo
Caiga en oscuridad
Que el falso amor
Que por ti incubamos
Delate nuestro afecto por lo mundano
Que confesemos en nuestros años,
En nuestras miserias y debilidades:
¡Seguiremos a nuestro amado!
Un par de segundos
Y la vida se nos va
Desde la niñez
A la vejez
Se apresuran los sancos del
Tiempo al pasar
Cual soplo en el viento
Cual grito en el silencio
Una mirada
Un momento
Asi es nuestra vida
Llevada por el viento
Señor
Toma estos pequeños fragmentos
De vida que vivimos
Arma el rompecabezas
Para amarte lo poco que existimos
20, 30, 40 años a tu lado
son mas que 100 de ti lejanos
desde cuando comenzamos nuestro andar
hasta cundo nos ayuden a acostar
que el único sentido a este
aliento llamado vida
se llene del amor tuyo
que es la dichas de las dichas
Dios no nos ve como a su cachorro o a su caballo, los cuales, al ser fracturados o tener un mal incurable son “sacrificados” para que no sufran más. No. Dios no es así, no fue con su propio hijo, menos con nosotros.
En el momento del monte de los Olivos, en el Getsemaní, habían varias opciones, una era no ir a la cruz, la otra era la intervención de Dios con sus millones de ángeles y serafines para defender a Jesús. La otra –la que Jesús escogió- era sumir “sobrenaturalmente” lo más irracional para la mente humana. Asumir “la voluntad de otro”, voluntariamente, y no cualquier voluntad, la voluntad en ese momento era “morir”.
Dejar se ser para “ser” en la voluntad del Padre.
¡Que el Espíritu Santo nos hable!
Que escuchemos su dulce voz que nos invita a “dejar de ser”. Por muy hermoso que sea nuestro proyecto de vida con sus logros y alcances. El llamado es a dejar de “ser” para “ser en Cristo” y El nos tome para sí mismo desde nuestro nacimiento hasta el último suspiro de nuestra existencia.
En el caso de Cristo, nuestro Señor, al “dejar de ser” significó iniciar los pasos hacia su encuentro con el maldito madero y sufrir la mayor de las humillaciones. No fue un llamado a la “fama”, al “super poder” o a la “prosperidad”. Fue un llamado a derramarse en cuerpo y alma por el proyecto del Padre.
El dejar de ser le “cerro la boca” cuando fue provocado a defenderse. En esta ocasión no fue vitoreado ni destacado. “Dejar de ser” lo llevó a desangrarse poco a poco, a experimentar que la vida se le arrancaba. Al sentir que su carne triturada cada vez exhalaba un olor más putrefacto. Si pudiéramos ver que hasta el mismo momento de la cruz, satanás lo invitó a bajar de la cruz e intervenir sobrenaturalmente para que el momento de la muerte se transformara en un verdadero milagro.
Cuántas veces hemos orado para que Dios nos sacrifique como a un perro o un caballo; y no logramos percibir que el nos ama y no intervendrá hasta que nos hayamos derramado.
Hasta que la última gota de sangre que brotó de Jesús el Padre no intervino. Los cielos se oscurecieron, la tierra rugió, el velo se rasgó, pero el Padre no intervino. Seguramente con el corazón desgarrado, el Padre regaba la tierra con sus lágrimas. Pero El no intervino hasta que el hijo, el Cristo, nuestro Señor y salvador se derramó, se vació, “dejó de ser” para este mundo como un maldito, pegado en aquel madero con esos clavos. Su carne dejó de existir, su costado abierto fue lo último que el mundo vió derramarse. “Jesús murió” y el Padre no intervino, incluso en aquella última exclamación que sellaba su existencia: ¡Dios mío, Dios mío¡ ¿Por qué me has abandonado?
…………Pero el Padre no intervino.
Y al morir……..
“Por eso mi corazón se alegra, y se regocijan mis entrañas;
todo mi ser se llena de confianza.
No dejarás que mi vida termine en el sepulcro;
No permitirás que sufra corrupción
Tu siervo fiel”. Salmos 16:9-10
Lo que “dejó de ser” para este mundo fue lo que humilló a satanás para siempre. Jesucristo resucitó y destruyó las obras y maquinaciones del diablo. Mientras se vació de su vida humana, Dios en su poder lo resucitó para la manifestación gloriosa de su propósito en los hombres.
¿Cómo frenar este proceso?
Cómo evitar este paso fundamental a través de tantos artilugios. Vivir un cristianismo aguado, un cristianismo que no “sufre” la sana doctrina, un cristianismo con mucho olor a éxito y a dinero, pero no con éxito sobre el pecado.
Hermanos y hermanas, no temamos, que el cielo se parta en dos y la tierra tiemble, nuestro Señor no intervendrá hasta que se haya completado su obra en nosotros, hasta que nos vaciemos. Hasta que nuestros proyectos, ilusiones y aparentes motivaciones se vayan abajo para que nos sintamos fracasados, incluso atormentados de tal forma que lo único auspicioso a futuro sea el tener a Cristo, el disfrutar de EL, el gustar de El. Que se venga abajo el árbol del conocimiento para que gustemos del árbol de la vida que es Cristo, nuestro Señor.
Señor, que todo lo no nacido de ti nos salga mal, que todo lo motivado en nosotros se venga abajo. Señor, se incansable en colocar uno y otro obstáculo hasta que se vea a través del llanto lo horrible, lo horrendo de nuestro ser. Lo oscuro y tétrico de nuestro corazón que tanto te repugna y ofende. Si Cristo, siendo puro y santo tuvo que vaciarse, ¿Cuánto más nosotros que estuvimos bajo el yugo satánico?
Derramemos nuestro corazón, que las reglas que hemos puesto como muletas a nuestro lado para aparentar fortaleza y firmeza espiritual se caigan ante tu presencia.
…No nos queda nada….
A la sombra de mi amado
No tengo ganas de huir
A la sombra de mi amado
Tiene sentido el vivir
Cúbreme amado con tu sombra
Tápame del sol que me acalora
Acorrúcame en tus ramas
Que tu sombra me confunda
Dame del fruto de la vida
Átame a tu tronco
Y frena mi huida
Solo tú….
Podemos engañarnos a nosotros mismos y vivir engañando a los demás, pero que lleguen días donde nuestra vergüenza sea descubierta. Señor, que aquello que nos sostiene – Y no eres tú – sea derribado para que recién ahí empecemos a experimentar tu resurrección.
Si el Señor viene por una Iglesia santa, pura y sin arruga, ésta debe ser vaciada, despojada, despolitizada para que El con sus manos de amor la adorne a su gusto y según su voluntad.
¡Y cómo adorna el Señor!
Cómo purifica a través del dolor, cómo nos hace vivir a través de los tiempos agonizantes, cómo nos hace reír de alegría en medio de la angustia. Cómo nos hace ver su luz resplandeciente en medio de la oscuridad de la depresión. Cómo nos empieza a llenar de El en medio de la carencia. Cómo a medida que nos vaciamos de la basura, El llena nuestros vasos de su Espíritu Santo.
..No podemos tener nada..
Pero lo tenemos a El…
Jesús, nuestro Señor, fue el árbol de la vida que fue derribado y expuesto en vergüenza ante toda la humanidad. Su tronco murió pero el Padre lo hizo florecer a través del agua de la vida como un árbol recién plantado.
Que el evangelio sea así para los hombres. Que verdadero mapa y el verdadero programa del evangelizador está en detectar dónde y en qué grado está madurando la cosecha del dolor.
Cuando te veo lejos de mi
Sé que la causa no eres tú
Cuando dejo de escuchar tu canción
Yo la he apagado en mi corazón
Cuando dejo de sentir tu toque
Soy yo y mis enfoques
Cuando dejo de escucharte
Soy yo el que me considero importante
Arroja sal de amor sobre mis venas
Para que reaccione a tu belleza
Sacúdeme para que me de cuenta
De tu eterno amor en espera
En lo que dependa de mi
Eternamente conectado
Tras tu amor enamorado
Pueda seguir en pos de ti mi amado.
Esto quiso significar Nuestro Señor, cuando después del episodio de la Samaritana añadió, casi como hablando consigo mismo: “¿No decís vosotros que faltan cuatro meses para la cosecha? Pues yo os digo, levantad vuestros ojos y ved que los campos ya están amarillos para la siega” (Juan 4,35). Esa mirada que reconoce dónde está madurando la cosecha es la que necesita el evangelizador para ser guiado por el artífice de la conversión y autor de la santidad, es decir, el Espíritu Santo.
Ahora bien, ¿de qué “cosecha” habla Nuestro Señor en este caso? ¿Estará sugiriendo que la gente ya esté convertida? Desde luego que no. Y sin embargo, sí está “madura” para ser llamada a conversión, es decir, tiene ya el alfabeto y la gramática para acoger en su mente las palabras sobre el misterio y el ministerio de la Cruz. Un buen evangelizador sabe detectar esta clase de “madurez” y sabe que debe dirigir sus pasos hacia allá para no desgastar en vano sus palabras tratando de hacer lo que Dios hará en esas personas a través de la dureza de la vida, o de un amor imprevisto, o de otra manera.
Sin embargo, de nada sirve que la gente ya esté dispuesta a oír, y necesitada de oír ese testimonio de la Cruz, si luego resulta que no hay quien pueda pronunciar inteligible y amorosamente tan hermoso misterio. De ahí nuestro doble deber: participar voluntaria y gustosamente en la Cruz, y afinar la sensibilidad espiritual para orientar los pasos y esfuerzos hacia aquellas personas y aquellos ambientes donde está madurando el dolor en mieses listas para acoger la palabra sobre la Cruz.
Señor, que tu Espíritu Santo convenza a esta cosecha de su falsa ilusión, de lo absurdo de tratar de “ser” cuando el mismo Padre quiere guiarlos al arrepentimiento a través de sus escogidos.
¡Que mueran!, ¡Que mueran!, ¡Que mueran!
Para que resuciten en Cristo.
A través de las angustias
Descúbreme Señor
A través de los problemas
Descúbreme Señor
A través de las pruebas
Descúbreme Señor
Descúbreme en la enfermedad
Descubre mi pequeñez
Descubre mi oscuridad
Descubre mi desesperación
Descubre mi inmadurez
Ahogado en mi necesidad
Con mi corazón en el exilio
Descubre que sin ti no existo
Todo lo fijo
Se transforma en un sin sentido
Descubre mi pecado
Arráncalo con tenazas de amor
Y pon tu sello en mi corazón
Descúbreme al fin
Descúbreme al principio
Descúbreme a punto de caer
En el fondo del precipicio
Descubre mi necesidad de ti
Que a medida que la veo
No tiene altura, ni profundidad
No tiene cielo, ni suelo
Descúbreme Señor cada día
Hasta que no quede nada
Oculto a tu tierno mirar
Descúbreme Señor.
Que mueran al desamor, para amar a Cristo
Que mueran al pecado, para resucitar a la santidad.
Y tu Iglesia unida cante alabanzas de resurrección. Que los momentos oscuros – en los cuales tú estuviste a nuestro lado- se aclaren y tiñan de tu gloria, más bien, que tú seas nuestra gloria, nuestro tesoro, nuestra alegría, nuestra meta y nuestra vida.
Noviembre 2002
Notas:
Citas bíblicas: Biblia Nueva versión internacional
Alberto Rojas comunidadescristianas@gmail.com
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